R. MARTÍ 05/10/2012
Jorge
Aranda era un nadador de nivel medio nacional que destacaba en las
largas distancias. Llegó a ser subcampeón de España e internacional con
17 años. Su mejor marca en el 1.500 fue de 16.04. Pero el trabajo y la
desmotivación le empujaron a abandonar la natación de competición.
Aunque nunca dejó de entrenarse. "En ningún momento dejé de nadar por
estudiar", afirma Jorge Aranda.
Pero el año pasado se puso las
pilas y decidió machacarse de nuevo. Aranda era un hombre nuevo a raíz
de una boda en Galicia. "Pesaba 15 kilos más de lo normal. Me veía en un
estado lamentable, muy gordo, muy gordo y me dije que lo mejor que
sabía hacer era nadar. Dos amigos me retaron a cruzar el Estrecho de
Gibraltar. Acepté el desafío". En cuatro meses de intensa preparación,
pasó de los 87 kilos hasta los 73 con los que comenzó el pasado domingo
la travesía del Estrecho de Gibraltar.
Aranda supo organizarse
durante cuatro duros meses y compatibilizó su trabajo como urólogo en el
Miguel Servet y sus entrenamientos en el Stadium Casablanca con Javi
Ingelmo. "Había jornadas que nadaba de 6.000 a 7.000 metros con un
máximo de 12.000 metros. La semana que más volumen realicé fueron 35.000
metros". Los fines de semana los dedicaba a las aguas abiertas. "Hice
el descenso del Ebro, la travesía de la Playa de la Concha y nadé en los
pantanos de La Sotonera y Mequinenza", explica. Más que la capacidad
física, en la preparción de Aranda cuenta el aspecto agonístico. "El
apartado psicológico es esencial. Prepararme solo estas largas
distancias es muy aburrido", dice.
La preparación
Después
de muchas semanas de entrenamiento, el pasado domingo a las diez y
media llegó la hora de la verdad. Le esperaban al nadador 17 kilómetros y
200 metros hasta el continente africano. El zaragozano pudo completar
la gesta en tres horas y 28 minutos. "Pero el tiempo es muy relativo y
no es lo más importante. El objetivo del estrecho no es hacer una marca,
sino acabarlo. Las corrientes te pueden llevar al Atlántico o al
Mediterráneo".
Aranda afrontó el reto simplemente con un bañador.
Las condiciones climatológicas eran ideales. La mañana era nublada y la
temperatura de 20 grados. "Me puse una capa de vaselina y lanolina, que
es un aislante térmico. La primera sensación al entrar en el agua fue
de frío. Pero al meterme mar adentro subió la temperatura y acabé
disfrutando un montón", dice. Fue apoyado por dos embarcaciones. Delante
iba el capitán orientándole para evitar las corrientes. "En el lado
derecho navegaba una zodiac con Beatriz, mi novia, apoyándome en la
hidratación y el avituallamiento", explica. Durante el esfuerzo tomo
geles, dos litros de bebidas, medio plátano y biodramina para evitar los
mareos.
Aranda encontró su particular muro durante el
largo esfuerzo. Aunque nunca pensó en abandonar. "El peor momento lo
pasé entre la hora y media y las dos horas y media de travesía.
Físicamente iba muy bien, pero psicológicamante no sabías lo que duraría
la travesía. Iba sin referencias. El capitán me animaba y me decía que
llevaba un buen ritmo". La última hora de nado se le hizo eterna. "El
capitán me decía que me quedaba un kilómetro. Pero el final no llegaba.
Cuando llegué a África me observaron alucinados unos pescadores
marroquís. La alegría fue inmensa", concluye.
ENHORABUENA JORGE, SIEMPRE HAS SIDO Y SERAS UN BUEN EJEMPLO PARA LOS NADADORES ARAGONESES.
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